“-Mentís como bellaco villano –respondió don Quijote.
(…) El
ventero, que era de la cuadrilla, entró al punto por su varilla y por su
espada, y se puso al lado de sus compañeros; los criados de don Luis
rodearon a don Luis, porque con el alboroto no se les fuese; el barbero,
viendo la casa revuelta, tornó a asir su albarda, y lo mismo hizo
Sancho; don Quijote puso mano a su espada y arremetió a los
cuadrilleros; don Luis daba voces a sus
criados, que le dejasen a él y acorriesen a don Quijote, y a Cardenio y a
don Fernando, que todos favorecían a don Quijote; el cura daba voces;
la ventera gritaba; su hija se afligía; Maritornes lloraba; Dorotea
estaba confusa; Luscinda, suspensa, y doña Clara, desmayada. El barbero
aporreaba a Sancho; Sancho molía al barbero; don Luis, a quien un criado
suyo se atrevió a asirle del brazo porque no se fuese, le dio una
puñada que le bañó los dientes en sangre; el oidor le defendía; don
Fernando tenía debajo de sus pies a un cuadrillero, midiéndole el cuerpo
con ellos muy a su sabor; el ventero tornó a reforzar la voz, pidiendo
favor a la Santa Hermandad… De modo que toda la venta era llantos,
voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias,
cuchilladas, mojicones, palos, coces, y efusión de sangre”.
Del capítulo XLV de la primera parte.
Miguel de Cervantes.
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