"Media noche era por filo, poco más o menos, cuando don Quijote y
Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un
sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna
tendida, como suele decirse. Era la noche entreclara, puesto que
quisiera Sancho que fuera del todo escura, por hallar en su escuridad
disculpa de su sandez. No se oía en todo el lugar sino ladridos de
perros, que atronaban los oídos de don Quijote y turbaban
el corazón de Sancho. De cuando en cuando rebuznaba un jumento, gruñían
puercos, mayaban gatos, cuyas voces, de diferentes sonidos, se
aumentaban con el silencio de la noche, todo lo cual tuvo el enamorado
caballero a mal agüero; pero, con todo esto, dijo a Sancho:
-Sancho hijo, guía al palacio de Dulcinea: quizá podrá ser que la hallemos despierta".
Del capítulo IX de la segunda parte.
Miguel de Cervantes.
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