"Apeóse el carretero y desunció a gran priesa, y el leonero dijo a grandes voces:
-Séanme testigos cuantos aquí están como contra mi voluntad y forzado
abro las jaulas y suelto los leones, y de que protesto a este señor que
todo el mal y daño que estas bestias hicieren corra y vaya por su
cuenta, con más mis salarios y derechos. Vuestras mercedes, señores, se
pongan en cobro antes que abra, que yo seguro estoy que no me han de
hacer daño. (...)
En el espacio
que tardó el leonero en abrir la jaula primera estuvo considerando don
Quijote si sería bien hacer la batalla antes a pie que a caballo, y, en
fin, se determinó de hacerla a pie, temiendo que Rocinante se espantaría
con la vista de los leones. Por esto saltó del caballo, arrojó la lanza
y embrazó el escudo; y desenvainando la espada, paso ante paso, con
maravilloso denuedo y corazón valiente, se fue a poner delante del carro
encomendándose a Dios de todo corazón y luego a su señora Dulcinea".
Del capítulo XVII de la segunda parte.
Miguel de Cervantes.
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