"En esto, descubrieron unas grandes aceñas que en la mitad del río
estaban, y apenas las hubo visto don Quijote, cuando con voz alta dijo a
Sancho:
-¿Vees? Allí, ¡oh amigo!, se descubre la ciudad,
castillo o fortaleza donde debe de estar algún caballero oprimido, o
alguna reina, infanta o princesa malparada, para cuyo socorro soy aquí
traído.
-¿Qué diablos de ciudad,
fortaleza o castillo dice vuesa merced, señor? -dijo Sancho-. ¿No echa
de ver que aquellas son aceñas que están en el río, donde se muele el
trigo?
(...) Y, puesto en pie en el barco, con grandes voces comenzó a amenazar a los molineros, diciéndoles:
-Canalla malvada y peor aconsejada, dejad en su libertad y libre
albedrío a la persona que en esa vuestra fortaleza o prisión tenéis
oprimida, alta o baja, de cualquiera suerte o calidad que sea, que yo
soy don Quijote de la Mancha, llamado «el Caballero de los Leones» por
otro nombre, a quien está reservada por orden de los altos cielos el dar
fin felice a esta aventura".
Del capítulo XXIX de la segunda parte.
Miguel de Cervantes.
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