"Pidió la bendición a su señor y, no sin muchas lágrimas de entrambos, se despidió de él. (…) Mas no hubo andado cien pasos, cuando volvió y dijo:
-Digo, señor, que vuestra merced ha dicho muy bien: que para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una (…).
(…) Y desnudándose (don Quijote) con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales y luego sin más ni más dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco”.
Del capítulo XXV de la primera parte.
Miguel de Cervantes.
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