"Fue luego sobre él y, poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo:
-Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío.
Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo:
-Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más
desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude
esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me
has quitado la honra.
-Eso no haré yo, por cierto -dijo el de la
Blanca Luna-: viva, viva en su entereza la fama de la hermosura de la
señora Dulcinea del Toboso, que solo me contento con que el gran don
Quijote se retire a su lugar un año, o hasta el tiempo que por mí le
fuere mandado, como concertamos antes de entrar en esta batalla".
Del capítulo LXIIII de la segunda parte.
Miguel de Cervantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario