HELMER: Hablas de nuestro matrimonio de un modo extraño.
HELMER: Eres absurda, Nora, absurda e ingrata. ¿No fuiste dichosa aquí?
NORA: No. Creí serlo pero nunca lo fui.
HELMER: ¡Tú no has..., tú no has sido dichosa!
NORA: No. Fui alegre, nada más. Eras muy cariñoso conmigo, pero nuestra casa no fue más que salón de fiesta. Fui en tu hogar la mujer-muñeca, como antes, en el hogar de papá, fui la niña-muñeca. Y nuestros hijos también fueron muñecas para mí. Me parecía a mí divertido que tú jugaras conmigo, como a ellos les parecía divertido que yo jugara con ellos. Así fue nuestra unión, Torvaldo.
2 comentarios:
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¡Me encanta!
¡Es genial!
¡Perfecto!
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