"En
resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las
noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así,
del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que
vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía
en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas,
desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas
y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que
era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que
leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo".
Del capítulo I de la primera parte
Miguel de Cervantes
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