D. AURELIANO: Señoras y señores, tengo el penoso deber de comunicarles a ustedes que la gran actriz Rebeca Arenal ha muerto. Hoy es un día muy triste para toda la cinematografía mundial. Su gran estrella ya no existe. Ya no podrá electrizar al mundo con sus ojos inmensamente azules, con su mirada inmensamente profunda. Fue de esas mujeres que habría que poner sobre su tumba la siguiente inscripción: "Por fin duerme sola".
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