Acto III
DIRECTOR: ¿Y qué? ¿Dónde quiere ir a parar?
PADRE: A ninguna parte, señor. Sólo quiero hacerle ver que si nosotros (se señala de nuevo a sí mismo y a los demás PERSONAJES) no poseemos otra realidad más allá de la ilusión, no estaría de más que también usted desconfiara de su propia realidad, de la que hoy respira y palpa en sí mismo, porque, al igual que la de ayer, está destinada a revelársele mañana como una ilusión.
DIRECTOR: (Decidido a tomárselo a risa) ¡Estupendo! Sólo le falta añadir que usted, con esta comedia que quiere representar ante mí, es más verdadero que yo.
PADRE: (Con absoluta seriedad) ¡Por supuesto, señor!
DIRECTOR: ¿Ah, sí?
PADRE: Creí que lo había entendido desde el principio.
DIRECTOR: ¿Más real que yo?
PADRE: Si su realidad puede modificarse de un día para otro...
DIRECTOR: ¡Es evidente que puede modificarse! ¡Continuamente se modifica; para mí como para
todo el mundo!
PADRE: (Gritando) ¡Pero no para nosotros! ¿Ve usted? ¡Esta es la diferencia! ¡No se modifica,
no puede cambiar, no puede ser nunca distinta, porque ha sido fijada así, ésta que tiene delante, así para siempre! ¡Es terrible! Una realidad inmutable, que debería producirles un escalofrío cuando se nos acercan.
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